Plan Maestro de Fiscalización y Recaudación 2023; primero, el contribuyente

La obligación de pagar las contribuciones tiene una raíz profunda en la necesidad de vivir comunitariamente. Las historias de personajes que vivieron o viven en completo aislamiento son verdaderamente excepcionales; sin embargo, no es la realidad para la mayor parte de la humanidad, por lo que sería natural que si es que vamos a vivir en sociedad, todos tengamos derecho a disfrutar de los bienes que producimos con nuestras manos, con la mente, con el andar los caminos; no obstante, es probable que no podamos producir todo lo que necesitamos y por ello se requiera acordar con el vecino, sea el que vive cerca de la puerta de nuestra casa o en un país diferente. El trueque es muy común en las economías domésticas más cercanas, requiere poco esfuerzo, por ejemplo, poner de acuerdo a unos cuantos vecinos para desayunar tamales el día 2 de febrero: unos llevan ese exquisito manjar mexicano, otros preparan atoles de diversos sabores, café o té, otros más pondrán a disposición del grupo los platos y las tazas, las servilletas de papel o el agua de sabor. Pero, ¿cómo llegó el agua para el café, el té o las aguas de sabores? Cada vecino compró o preparó una parte de utensilios o alimentos que costaron un precio que hay que pagar a un tercero, probablemente, más gravámenes al consumo, como el impuesto al valor agregado (IVA). Las personas que vendieron la masa para los tamales, las que sembraron el maíz y quienes conservaron los totomoxtles para rellenarlos de masa, los que criaron a los cerdos de donde se obtuvo la grasa para cocinar; todos ellos participan de un sistema económico que requiere de servicios públicos para su eficacia. Las calles, el alumbrado, la sanidad, la educación, entre muchas cosas más que están involucradas en ese santo ritual del 2 de febrero, requieren recursos para su construcción, su conservación, su evolución.

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