Pensiones. De la imposibilidad de los patrones ante la reforma y el escaso ahorro voluntario

Desde hace más de 25 años, en México no hay como tal un sistema pensionario, tenemos Administradoras de Fondos para el Retiro (Afore) reguladas por la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR), que terminan siendo una cuenta de ahorros a plazo fijo. Con el ánimo de contextualizar, consideremos que tenemos dos grandes grupos de derechohabientes de trabajadores con el derecho de aspirar a una pensión: los que fueron inscritos al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) antes de julio de 1997 y los que se afiliaron con posterioridad. Los primeros tienen el derecho a decidir el cálculo con el que recibirían su pensión, entre las opciones que ofrecen la Ley 73 y la Ley 97, y los afiliados después, “sí o sí”, tienen como única opción los recursos acumulados en el saldo de su Administradora de Fondos para el Retiro. Las diferencias en el resultado son abismales, podemos hablar de expectativas de pensiones superiores a los setenta mil pesos mensuales para los trabajadores de la “generación de transición”, contra un escenario para la “generación Afore”, en el que en la gran mayoría obtendrían una negativa de pensión, es decir, el retiro en una sola exhibición de los recursos que pudieran haber acumulado en su Afore. Por lo que el tema central es, y seguirá siendo, la falta de recursos para que los trabajadores afiliados al IMSS después de 1997 puedan tener acceso a una pensión; las pensiones literalmente se compran a una aseguradora o, al menos, ese era el plan.

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